Sacude levemente la cabeza, volviendo a la realidad. Busca con la vista a Robert, no había notado que se había alejado de allí.

Fija sus ojos azules en el techo del gimnasio, no desea volver a mostrar tal debilidad ente ella.

Ladea el rostro, encontrándose con él. Lo observa en silencio, realmente sin darse cuenta que lo hace.

Continúa con sus ejercicios, resistiendo las ganas de tan solo medio ladear la cabeza y poder observarla. Frunce el ceño, resistiéndose. Diez segundos, veinte, treinta... Bien, no puede. Se deja vencer y ladea su cabeza, pillándola con su ojos encima de él.

Sólo seguía corriendo en la cinta por innercia, ni siquiera recordaba que lo estaba haciendo. Se muerde el labio cuando él la descubre observándolo, desviando lo más rápido que puede su mirada, centrándola en el techo, como si éste fuera de lo más entretenido.

Ríe entre dientes, bajo, suave. Era divertido ese juego, en parte. Ambos lanzándose miradas, sin expresar lo que en realidad sentían, o al menos por parte de él.

-¿No crees que ya he hecho suficiente de esto? -pergunta sin quitar la mirada del techo, queriendo desviar su atención de lo que acaba de pasar. A pesar de que pareciera algo insignificante, ella no creía eso.

-No, te falta unos minutos más- dice divertido, niño.

-¿Tanto me odias? -bromea, dejando escapar una risa suave de entre sus labios.

-No sabes cuanto- le sigue el juego, niño.

-Que mala persona eres, no recordaba que fueras asíii -se queja, tratando de esconder su ya inminente risa.

-Es algo que apenas estoy dejando salir, es nuevo- bromea, riendo entre dientes.

-Ahm, en mi opinión no tendrías que dejarlo salir. ¿Nunca te dijeron que los malos siempre pierden? -devaga, esbozando una sonrisa dulce.

-Pues, como chico bueno no me ha ido bien, veamos como me va como chico malo dice riendo.

-¿No te ha ido bien? -repite, frunciendo ligeramente. -No puedes negar que llevas una buena vida -le saca la lengua, infantil.

-No, no creo- dice sencillo. Pensaba decir otra cosa, pero prefirió guardáselo para sí mismo.

Enarca una ceja, posando nuevamente su vista en él, a pesar de que había estado evitando hacerlo.

-¿No puedo preguntar por qué crees eso, cierto? -murmura, en un tono de voz bajo, pero que él podía escuchar con facilidad.

-Puedes, mas no conseguirás respuesta, no es apropiado- dice calmo. Se sienta observándola.

-¿Por qué no es apropiado? -parecía una niña de cinco años con tantas preguntas, pero necesitaba saber ciertas cosas. Apaga la cinta presionando un pequeño botón. Se baja de esta, quedandose de pie alli, tan sólo mirándolo.

-No- niega leve con su cabeza, se negaba rotundamente a decirle lo que realemnet pensó en ese momento.

Pucherea, mirándolo fijamente. No se daría por vencida.

-¿Por favor? -sigue insistiendo, incanzable.

-No insistas Lilah, créeme, no querrás saberlo- dice calmo.

{Vuelvo a la tarde}

-Si que quiero -susurra, cruzándose de brazos. Pero no insistirá más. A pesar de que muere por saberlo, no quiere arruinar el ambiente distendido que traían esa tarde.

{Oqei, beso!}

La mira indeciso, no sabe que hacer. Pero se decide el instante, no dirá nada, es preferible morir callado a mostrar esa debilidad. Niega leve con la cabeza y desvía la mirada.

-Está bien, tú decides -musita, algo descepcionada. Voltea, dándole la espalda. Deja vagar su vista por el resto del gimnasio, ida.