~ Comedor ~

Suspira leve ante sus mimos.

-Bien, aparte de pensar en tí, estuve perfeccionando mi técnica para el fútbol. Quiero ser el capitán- dice.

Deja sus ojos en blanco, separándose de su cuello para poder observar su rostro.

-¿Ya has hablado con el entrenador? -pregunta curiosa. Sabía que él siempre había querido aquello, y estaría más que orgullosa si por fin le concedieran el puesto de capitán.

-Sí, y dijo que lo considerará- sonrió amplio.

-Estoy más que segura de que te concederá ese honor -susurra en voz baja, guiñándole un ojo.

-Eso espero- suspira, uniendo sus frentes, mirándola fijo.

-Y lo harás muy bien -añade, besando dulcemente su labio inferior, sin despegar sus frentes.

-Gracias- susurra. Sus labios se curvaron en una media sonrisa.

Lo atrae aún más hacia ella, sonriendo con tal sólo ver la felicidad en él.

Posa suave sus labios en la mejilla de ella, depositando un sonoro beso.

Busca su mano. Entrelaza sus dedos cuando la encuentra, separándose y tirando de él hacia la mesa del comedor, silenciosa.

Entrelaza sus dedos con los de ella, dejándose llevar hacia la mesa, sin despegar la mirada de ella.

Se sienta en una esquina de la mesa al llegar a esta, rodéando la cintura de él con sus propias piernas. Se limita a observarlo, grabando su rostro en su retina.

Se acerca a ella, mientras rodea su cintura con sus manos, solo observándola, en silencio.

-Te eché de menos todo este tiempo, Robert -murmura, apenas audible. Decir aquello en voz alta implicaba que se rendía ante él, y no quería mostrar esa debilidad.

-Yo también te eché de menos, Lil- murmuró rozando sus labios con los de ella, mirándola fijo.

Pone los ojos en blanco al escuchar aquello, pero no dice nada. Imita su roce con suavidad, sin ir a más.

La trajo un poco más hacia sí, rozando esta vez sus narices.

Pega su torso al de él, con esa pasión escondida en sus suaves roces.

Besó su mandíbula, mordisqueando la suave piel, llevando sus labios hasta el lóbulo de su oreja.

Deja escapar un suspiro, tratando de contener su respiración, que comienza a ser irregular. Lleva una mano a uno de sus brazos, paseándola de arriba hacia abajo por allí.

Ni tímido ni perezoso, bajó sus besos hacia el cuello de ella, besándola con más dedicación que hace pocos minutos en la cocina.

Siente como su cuerpo se estremece ante sus besos. Ladea el cuello, dándole aún más espacio.

Siguió bajando, hasta llegar a la base de su cuello, succionando leve la piel de ella.

Deja escapar un gemido entrecortado. La mataría si seguía con ello.

Sus manos dejaron de estar quietas, acariciando la cintura de ella.