El insonmnio la había atacado de nuevo, como tantas veces había pasado. Gracias a eso fue que se aprendió cada uno de los pasillos, pasadizos y demás de la academia. Ya no tenía más que recorrer, así que decidió salir a la ciudad para conocerla. Era aproximadamente la media noche, pero ella jamás le tuvo miedo a salir sola de noche, nunca consideró los posibles peligros.

Con su capucha puesta y sus manos dentro de los bolsillos del sueter, caminó por las calles desoladas, llegando al parque.

Se sienta en uno de los banquitos, el único que estaba solo pues los demás estaban ocupados por indigentes durmiendo. Mira hacia el cielo, fijando su mirada en las estrellas.